viernes, 25 de noviembre de 2011

XVII - Acróstico

Tarde tranquila de primavera
Undí mi mente en loco pensar
Mas me distrajo de mi silencio
El rumor vago de una verdad
Hada de cuento me parecía
Ante su rostro no osaba hablar
Riente me dijo: Yo soy la dicha;
A mí me llaman felicidad
Sólo a tu lado esta vez paso
¡Pronto que parto! Y el huracán
Oí silbando que la llevaba
En el momento que la iba a atar
Tú eres lo mismo que mi ventura:
Al ir por ella siempre se va!
Bercimuelle, Noviembre de 1945

viernes, 18 de noviembre de 2011

XVI - Acróstico

Tuve celos del sol porque besaba
Una tarde tu cara de azucena
Me dió celos de muerte, me dió pena:
Él era mas que yo. que te adoraba.
Hirió mi corazón como una hiena
Aquél rayo de sol que te quemaba.
Riente tu semblante me miraba;
Alma sencilla de cariño llena.
Sentíme más que nunca enamorado
Pues eres más hermosa que las flores
O que el sol que tu cara había besado.
En el reino feliz de los amores
Tú la reina serías del bien amado:
A tí sólo cabría rendir honores.
Bercimuelle, 14 de diciembre de 1943


miércoles, 9 de noviembre de 2011

XV - El pastor

En una noche de luna
un pobrecillo pastor
pensaba que con su amor
ya no jugaría ninguna.
Sentado ante su rebaño
que en la red está tranquilo
iba tirando del hilo
del recuerdo de hace un año.
Fué un querer que le causó
doliente y profunda herida
y desde entonces su vida
otro camino siguió.
Aislado en la soledad
del campo con sus dulzuras
contempla noches obscuras
y otras de gran claridad.
Y en los días de primavera
mirando sus corderillos
que saltan como chiquillos
en la verdosa pradera,
su alma tiene la ternura
y la inocencia del niño
y les trata con cariño
hablándoles con dulzura.
Va desgranando su pena
mientras contempla una estrella:
¡Que hermosa, la noche aquella,
era la blanca azucena!
También era noche clara
con luna de blanca faz
y huyó de mi alma la paz
por mirar tanto su cara.
Sus ojos de azul de cielo
eran como los diamantes
de grandes y de brillantes
y era como el sol su pelo.
En sus ojos quedó preso
mi inocente corazón.
¡Y fue tanta la ilusión
que me produjo aquel beso...!
Era su talle gentil,
era altanera y hermosa
como en su tallo una rosa
que mece el aire de Abril.
Era su reir sonoro
como timbre de cristal.
Sus cejas, arco triunfal,
eran más finas que el oro.
Eran largas sus pestañas,
era su boca un clavel
y era más blanca su piel
que nieve de las montañas.
Pero aun con tanta belleza
negro era su corazón,
pero era tal la ilusión
que trastornó mi cabeza.
Y un día en el baile la ingrata
me despertó al desengaño
y me causo tanto daño
que dije: - ¡No hieras: mata!
Que más me valdrá morir
que conocer tu maldad
pues tu loca vanidad
ya no la podré sufrir.-
Más quisiera que hubiese habido
en sus labios un veneno
y me habría muerto sereno
sin sufrir lo que he sufrido.
Que amor es enfermedad
locura y mutilación
pues se pierde la razon
y se sufre de verdad.
De la hiel, el desengaño
nunca hasta entonces bebí,
yo que creía oir el sí
despertéme y vi el engaño.
Yo fui débil, ella fuerte;
en la lucha ella vencía
y quizá con alegría
se burlaba de mi suerte.
Pero ¿qué me importa de ella,
de su risa de cristal,
de sus labios de coral
y de su cara tan bella?
Es más bello un corazón
que ama y sueña con locura
y un alma ideal y pura
que abrase con su pasión.
Hoy, solo el recuerdo triste
me queda, mala mujer
del duro y funesto ayer:
¡piensa bien lo que me hiciste!
De bueno ya no hago alarde
si no te guardo rencor,
aunque la herida de amor
es algo que cura tarde.

Como el perfume en el viento
flota en la noche su voz
y un astro cruza veloz
por el claro firmamento.
La vigilante mirada
tiende sobre su rebaño
y olvidándose del daño
duerme sobre su cayada.
¿En qué soñará dormido
el amoroso pastor?
Si su sueño era de amor
lo desbarató un ladrido
Soñaba que la veía
y que otra vez la adoraba
y con pasión la besaba
diciendo que la quería.
Bercimuelle, 31de Agosto de 1942