domingo, 29 de enero de 2012

XXIV - Inagotables

Como el mar, que se lanza impetuoso
con furia de coloso,
sobre el negro peñón de la ribera,
y otras veces suave y cariñoso,
en la playa ,buscando su reposo
al barquichuelo espera;
Como aire, que alimenta los pulmones,
y negros nubarrones
lleva en loca carrera, desbocado,
y otras veces, perfumes y canciones
que brotando de amantes corazones
alaban al amado;
Como cielo, tranquilo y despejado
de estrellas tachonado,
en la noche de Abril, tan soñadora,
y en el día, tan dulce y azulado
que se siente el sentido traspasado
por la deidad que adora;
Como el fuego, que el sol, con brillo ingente
derrama sonriente
por los ámbitos todos de la tierra,
y la llena de luz, clara y potente;
como el agua que brota de la fuente
de la nevada sierra;
Pues como eso que siempre te decía,
preciada prenda mía,
así de inagotable es el amor,
así de inagotable es la poesía,
dos tesoros, que amante te daría
como aroma de flor.
17 de Diciembre de 1943

lunes, 16 de enero de 2012

XXIII

Cuando estés por la noche a tu ventana
mirando a las estrellas,
queriendo leer en ellas
si es verdad mi locura y mi pasión,
si un suspiro, quebrándose en la sombra,
se escapa de tu pecho,
piensa que va derecho
como un dardo a partirme el corazón
18 Diciembre 1943

viernes, 6 de enero de 2012

XXII


Arráncale a las musas, genio mío,
el trozo de laurel que orla sus frentes,
que quiero yo tejer una corona
y con ella coronar las blancas sienes
de la ingrata deidad que me traspasa
con la flecha mortal de sus desdenes.
Arráncale a los cisnes la armonía
de su canto ideal y placentero
para dárselo a ella y cuando cante
que su voz argentina entre en mi pecho
y adormezca siquier por un instante
de mi alma el callado sentimiento.
Arráncale, si puedes, a mi lira
unas notas sentidas y suaves;
unas notas que lleven a mi alma
el reposo y la calma que ella sabe
sonoras melodías que tal vez puedan
hacer que un poco mi deidad me ame.
Arráncale a la verde primavera
el olor y la fragancia de sus flores
para hacer con mis manos un pañuelo
con que seque su llanto, cuando llore
sobre el negro ataúd que va labrando
con su ingrato desdén y sus amores.
Que tiene que llorar cuando le digan
que la amé con locura apasionada
y llevéme a la tumba el desconsuelo
de verme despreciado por la ingrata.
¡Si llorará! ¡Lo sé! Yo he de sentirla
que un resto de piedad habrá en su alma.
En la augusta soledad de mi sepulcro
puede ser que mi sueño lo despierte
el aliento y la voz de sus suspiros,
la humedad de sus lagrimas ardientes
que al sorberlas la tierra enmohecida
puede ser que mis huesos fríos calienten.
16 Diciembre 1943