martes, 5 de julio de 2011

II - Profecía


La guerra tendió sus alas
siniestras como la pena
por la ciudad, por el campo
por el llano y por la sierra.
Parece que le han quitado
media existencia a al aldea
sin su juventud lozana
majos en los días de fiesta.
Ya no se siente el cantar
de quien rondaba en la reja
las noches de luna clara
con guitarra y pandereta.
Ni la voz del que en las tardes
a las jóvenes corteja
cuando van por agua al caño
alegres y bullangueras
Él trae aguijada y yunta
en el hombro la chaqueta
y aunque cansado de arar
viendo las mozas se alegra.
Y al entrar en el hogar
donde su madre le espera,
canta y ríe con alborozo
y toda la casa alegra.
¿Por qué no se escuchan ya
aquellas voces camperas,
cuyas canciones, de amor
el alma dejaban llenas?
¿Por qué en vez de mozos fuertes
que antes labraban la tierra
vienen con la yunta ancianos
de plateada cabellera?
La causa la dice un viejo:
¡Sola dejaron la estera,
sola dejaron la yunta,
sola la parva en la era
y se fueron para siempre
a pelear en la guerra!
¡A matarse unos a otros
como si hermanos no fueran
que muchos no volverán
a bailar en la plazuela!
Un gesto sombrío se pinta
en su faz tostada, negra
y en el aire de la tarde
queda como una sentencia
aquella frase, flotando,
que en pocas palabras reza:
¡Se marcharon para siempre,
a matarse como fieras!
..........
Perdidas las esperanzas
el dolor hace profetas.
Y una tarde las campanas
de la iglesia de la aldea
que antes eran volteadas
por los mozos en las fiestas
con lúgubre voz proclaman
la muerte en lejana tierra
del hijo de aquel gañán
de plateada cabellera.
Bercimuelle a 29 de Agosto de 1942

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