viernes, 30 de diciembre de 2011

XXI - Mi primer amor

Igual que las hojas secas
que arrebata el aquilón,
de la amarilla arboleda
y las lleva sabe Dios,
alfombrando los caminos
que ya el hielo endureció
y la nieve ribetea
con purísimo blancor,
así el destino llevóme
en sus brazos, sabe Dios.
Era en mi niñez sombría.
-Mi infancia no tuvo sol,
sólo cardos, sólo espinas
que herían mi corazón-
Espinas que se elevaban
con oropel de ilusión
y que al querer arrancarlas
me producían dolor.
¿Pero entre tantas espinas
no había de haber una flor?
En mi corazón de niño
pronto una rosa nació;
rosa de amores, que luego
sin rocío, se marchitó.
Era un pueblo campesino
bello como una canción,
con vergeles y alamedas
de esmeraldino verdor,
que Abril y Mayo vistieron
con magnífico esplendor.
Allí por primera vez
vi su cara de arrebol.
¿Era mujer o era un ángel?
Un ángel me parecio
porque prendido en su nombre
se quedó mi corazón.
¡Qué hermosa me parecía
en su niñez!¡Qué candor!
Su cara morena y dulce
y sus ojos como el sol
iluminaron mi alma
oscura como el carbón.
Jugaba, sin darse cuenta
de que la miraba yo,
de que mis ojos en ella
clavaba con ilusión,
de que una flecha en mi pecho
iba clavando el amor,
de que iba tejiendo lenta
con su finísima voz
con su risa cristalina
y su abrileño candor
una corona de espinas
que me había de llevar yo.
Su madre vino a buscarla
y su juego interrumpió.
Y cuando se fué con ella
una nube nubló el sol
y en el fondo de mi alma
siendo día, noche quedó.
Como nosotros, Cupido,
era niño y sin pasión,
siendo ciego, con sus dardos,
quizá sin querer me hirió.

Después ya no he vuelto a verla.
El tiempo cicatrizó
con su bálsamo la herida
que Cupido, con su arpón
en lo más hondo del alma
ciego y sin querer clavó.
Bercimuelle 15 de Diciembre 1943


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